José Ocaña García

Su historia

José Ocaña García Nació en Paterna del Madera, Albacete, el 5 de mayo del 1907.
Deportado a Mauthausen el 31 de agosto de 1941. Nº de prisionero 4617.
Transferido a Gusen. N°48294. Liberado en Ebensee el 6 de mayo de 1945.
Falleció el 4 de marzo de 1989 en Francia.

Texto y fotografias facilitadas por Juan Ocaña, hijo de José y jubilado del cuerpo diplomático francés.


José pasó una parte de la guerra de España en Albacete, como oficial de intendencia del ejército republicano, encargado de atender a los brigadistas. Después luchó en el frente del Ebro.

Condenado a muerte por los franquistas, huyó sin poder aproximarse a Albacete dejando a su esposa, embarazada de Juan, junto a dos hijas y un hijo de 3 años. El pequeño fue asesinado por un médico franquista por venganza, porque José Ocaña se atrevió a requisar parte de sus locales para alojar a decenas de miles de hombres que formaban parte de las brigadas internacionales y también a los refugiados del frente del Norte.

El exilio llegó irremediablemente. Cruzó la frontera para caer en las manos de los guardias franceses y fue a parar a Argelès, campo de concentracion del sur de Francia donde vivían en condiciones sanitarias horribles; fueron meses de frío, hambre, castigos y de humillaciones.

En septiembre de 1939, cuando estalló la guerra mundial, se enroló en el 22° regimiento de voluntarios. Fue capturado por los alemanes en junio de 1940 en el norte de Francia, junto a miles republicanos españoles.

José Ocaña García

Despues de pasar unos meses en el stalag VII-A (Moosburg), campo de prisioneros de guerra, la Gestapo, con el visto bueno de Franco, lo deportó al campo de Mauthausen. Allí trabajó una temporada en la cantera subiendo los 186 escalones con una piedra en la espalda, sin descanso, mal alimentado, sin fuerzas, con palizas. Para muchos de sus compañeros la muerte llegaba antes de la fin de la jornada.

Más tarde pasó unos meses en Gusen, kommando de donde consiguió sobrevir a pesar de recibir un puñetazo en un pómulo por parte del sargento de las SS Wilhelm Grill, (manco de una mano, en la que llevaba un puño de madera). Le había pillado con patatas en los bolsillos, buen robo para él y sus compañeros. Se salvó de una muerte segura al no pegarle con la mano artificial.

José hablaba en contadas ocasiones de lo que sufrió en los campos nazis. Era tan espantoso que temía que no le creyeran. Solamente trasladó a los suyos el pánico, la fobia que tomó hacia los perros, sobre todo a los de la raza alemana que usaban los SS. Los lanzaban al cuello de los presos que caían extenuados al suelo en cada control o alrededor de las duchas.

De Gusen fue trasladado al kommando Schlier (Redl-Zipf) donde fabricaban combustibles para los misiles V1 y V2. Cada prueba que realizaban era filmada por los propios alemanes. De nada les sirvieron las extremas medidas de seguridad con las que no pudieron evitar dos explosiones (una por accidente y otra por un formidable sabotaje de parte de los deportados) que obligaron a los SS a volver a empezar desde el principio, lo que motivó un retraso de varios meses.

La liberación le llegó a José en el campo de Ebensee, donde los nazis fabricaban armamento dentro de inmensos túneles. Un día antes de que las tropas aliadas llegasen a liberarlo, los alemanes intentaron llevar a cabo un plan consistente en encerrar a los presos en los túneles y dinamitarlos antes de huir cobardamente, siguiendo así la orden de Hitler de no dejar testigos. Por suerte, un guardia mayor, por miedo a las represalias, informó a los presos de los planes y estos se negaron a entrar en los túneles. Así se salvaron de una muerte segura miles de prisioneros, la víspera de ser hombres libres.

José Ocaña García

Después de la liberación, José Ocaña fue repatriado a Francia, donde se dirigió a Mazamet, en el sur del país, ya que allí vivía un tío suyo desde los años veinte.

Tuvo que ponerse a trabajar duro con el fin de ahorrar y así conseguir, en agosto 1947, el pase clandestino por los Pirineos de su mujer e hijos.

Hace ya 70 años. Es hora de dar cuenta de lo que han sido aquellos años de infierno. Nadie hizo saber al mundo el drama que vivieron los deportados españoles y, aún menos, de exigir responsabilidades.

En el año 2008 supervivientes y familiares, como Juan Ocaña, presentaron una querella por genocidio y delitos de lesa humanidad contra cuatro oficiales SS que ejercieron como guardias en Mauthausen y otros campos. Desde entonces, dos de ellos han fallecido y los otros dos residen en los Estados Unidos.

A día de hoy el auto de procesamiento estaba casi listo, pero las Cortes Generales, a instancia del Partido Popular de Rajoy, optaron por la limitacion de la Justicia Universal de tal manera que la Audencia Nacional ha archivado el caso, a pesar de ser crímenes de lesa humanidad cometidos contra españoles. La causa suponía, además, la posibilidad de juzgar también la responsabilidad de Franco.

Vergüenza a los que han echado un candado de impunidad ante tantos crímenes. Vergüenza a ellos.

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen