Mariano Laborda Arilla

Su historia

Mariano Laborda Arilla

Nació el 14 de agosto de 1915 en Ejea de los Caballeros (Zaragoza).
Deportado a Mauthausen el 25 de enero de 1941. Nº prisionero 4.455.
Falleció el 6 de mayo de 1996 en Arpajon, Francia.

Durante la guerra de España luchó primero como miliciano y después en la 130ª Brigada. En febrero de 1939 se exilió en Francia y, tras pasar por los campos de concentración galos, fue alistado en la 114ª Compañía de Trabajadores Españoles del Ejército francés. En junio de 1940, fue capturado por las tropas alemanas en la región de Moselle e internado en el stalag VIII-C de Sagan, en la actual Polonia. Allí permaneció unos meses, junto a los soldados de otras nacionalidades, hasta que la Gestapo reunió a los republicanos españoles, les interrogó y les envió a otro campo de prisioneros, en Trier. Poco tiempo después, en enero de 1941, fue deportado a Mauthausen junto a sus paisanos Ramón Lacima (prisionero nº 4454) y Ángel Lamban (prisionero nº 4456).

Solo Mariano consiguió sobrevivir. Sus dos amigos sucumbieron en pocos meses, por el trabajo esclavo, el frío y la escasa alimentación que recibían. Ramón murió en el subcampo de Gusen, en agosto de 1941. Se daba la circunstancia de que era novio de la hermana de Mariano y cuando este tuvo oportunidad de escribir a su familia desde el campo, para burlar la censura, le comunicó la triste noticia con estas palabras: "Ramón trabaja con mi padre". Su padre había fallecido años atrás, por lo que sabía que su mensaje sería correctamente interpretado. Ángel también fue trasladado a Gusen y desde ese subcampo, en agosto, le condujeron al castillo de Hartheim, donde fue asesinado en la cámara de gas.

Mariano permaneció durante un tiempo en el campo central. Una de sus tareas era recoger la basura; en una ocasión, aprovechó para robar y esconderse un pedazo de mantequilla en un calcetín. Ese día la suerte no estaba con él. Los SS les obligaron a formar y la mantequilla se le empezó a derretir. Finalmente, fue descubierto y castigado. Le dieron una gran paliza y le ataron en el muro de las lamentaciones. Mariano salvó la vida de milagro.

Mariano Laborda Arilla

Más tarde fue asignado al kommando César, un grupo de trabajo formado por republicanos españoles. Con él participó en las obras de construcción de una carretera en Vöcklabruck y después en otras tareas en el subcampo de Ternberg.

En los momentos finales de la guerra, ante el imparable avance aliado, los SS evacuaron algunos kommandos con la intención de acercar a los prisioneros al campo central. Cuando el grupo de Mariano era trasladado a Gusen, se fugó con su amigo Marcelino Beguería. Permanecieron escondidos durante varios días en la montaña, hasta que vieron a una mujer que llevaba una bandera blanca. Ella les comunicó que la guerra había terminado. Fue entonces cuando bajaron a la carretera y se encontraron con un jeep americano. Al fin encontró la libertad.

Fue repatriado a Francia. En 1950 se trasladó con su familia a Chile, donde vivieron dos décadas. En 1971, dos años antes del golpe de Estado de Pinochet, Mariano le decía a su hija Jeannine que no le gustaba la situación en que se encontraba el país y que no sería capaz de soportar una tercera guerra. Por eso decidieron trasladarse a Francia. Se instalaron en Paray-Vieille-Poste, cerca de París. Durante años, fue miembro de la FEDIP, una de las organizaciones que agrupaba a los deportados a los campos nazis.

Mariano tuvo un gran amigo, Jorge Báez, que también sobrevivió en el campo gracias a su oficio de zapatero; arreglaba las botas a los alemanes y así conseguía raciones extra de comida. Años después de la liberación, Báez se encontró en Buenos Aires con el kapo español César Orquín, el responsable del kommando que llevaba su nombre.

La hija de Mariano, Jeannine, recuerda así la herencia moral que le legó su padre: «Los deportados habían sacado los aspectos positivos de lo sufrido. Sabían vivir con todo aquello. Además, les gustaba recordar los pocos momentos buenos que habían pasado allí. Lo que no concebía mi padre es que nosotros pudiéramos desmoralizarnos. Eso nunca».

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen