José Fernández Sánchez

Su historia

José Fernández Sánchez
Nació el 30 de marzo de 1916 en La Línea de la Concepción (Cádiz)
Deportado a Mauthausen el 25 de enero de 1941. Nº de prisionero 3845
Fallecido en abril de 1993 en Francia.

Información facilitada por su hijo Jacques Fernández



José había nacido en una humilde casa de La Línea de la Concepción, calle San José nº 5, pero su padre pensó que tendría un mejor futuro como gibraltareño y británico. Por eso registró su nacimiento en el viceconsulado del Reino Unido. Esa decisión provocó, entre otras cosas, que José Fernández Sánchez siempre arrastrara el apodo de "El inglés".

Buena parte de su infancia y de su adolescencia transcurrió, principalmente, en la localidad sevillana de Camas. La sublevación militar contra la República le sorprendió con 20 años y le empujó a luchar en defensa de la democracia. Enrolado en la 11ª División del Ejército Popular participó en numerosos frentes y en la sangrienta Batalla del Ebro. En febrero de 1939 se vio obligado a escapar a Francia, junto a su unidad, para no ser capturado por las tropas franquistas. Al igual que sus compañeros, José quería regresar a la zona de Levante que aún controlaba la República para seguir luchando, pero las autoridades francesas se lo impidieron.

Su primer exilio francés comenzó en los campos de concentración abiertos por el gobierno democrático galo para confinar a los refugiados españoles. José pasó por los recintos de Argelès, Barcarès y St Cyprien. En este último campo se alistó en una de las Compañías de Trabajadores Españoles (CTE) creadas por el ejército francés para incorporar a nuestros compatriotas a la inminente guerra con Alemania. Su CTE fue la 28ª y en ella coincidió con el fotógrafo catalán Francesc Boix. Esta unidad trabajó en localidades como Combrimont, realizando fortificaciones. Cuando Hitler invadió Francia, José fue capturado y enviado al campo de prisioneros de guerra de Sagan (stalag VIII-C), en la actual Polonia. Allí pasó varios meses en unas condiciones de vida duras, pero bastante aceptables. Todo cambió en septiembre de 1940. Serrano Suñer viajó a Berlín para reunirse con Hitler y con Himmler. El día en que abandonó la capital alemana, la Oficina de Seguridad del Reich ordenó a la Gestapo que se presentara en los campos de prisioneros de guerra para sacar de allí a los españoles y enviarlos hacia Mauthausen.

El segundo deportado nº 3845

La Gestapo llegó a Sagan en el mes de octubre y procedió a la identificación e interrogatorio de los españoles. A finales de noviembre los 750 republicanos fueron separados de los prisioneros franceses, holandeses y británicos, y conducidos a la estación de ferrocarril. A bordo de un tren volvieron a atravesar toda Alemania para llegar hasta el stalag XII-D, levantado junto a la ciudad de Trier. Cruzaron sus puertas el 28 de noviembre. Allí había prisioneros de guerra británicos y, sobre todo, franceses. Durante algo más de mes y medio permanecieron separados del resto de los cautivos. Para los españoles solo era un lugar de tránsito hacia otro destino aún peor.

El 22 de enero de 1941 los soldados alemanes les obligaron a subir a bordo de un tren con rumbo desconocido. A los españoles de Sagan se les unió un puñado de republicanos que se encontraban internados en Trier. El viaje duró tres días, apiñados en vagones, apenas tenían comida ni agua y no se les permitía bajar en ningún momento. Un viejo cubo hacía las veces de retrete, que vertía su pestilente contenido con los vaivenes del convoy. El 25 de enero a las dos de la madrugada llegaron a la estación de Mauthausen. De los 775 asustados españoles que iban a bordo, solo 180 sobrevivirían a su paso por el campo de concentración.

José sufrió la terrible bienvenida concentracionaria, recibió el traje rayado y el nº de prisionero 3845. Él no sabía que ese número lo "heredaba" del prisionero catalán Manuel Altisent Ortiz, que el día anterior había sido trasladado a Gusen, donde sería asesinado unos meses después. En esos años los SS reutilizaban no solo los trajes, sino también los números de los deportados que morían o eran enviados a los subcampos. Ajeno a todo ello, el gaditano contestó a las preguntas que le hacían los alemanes durante su registro en el campo. Una de esas respuestas que dio fue la que, probablemente, le salvó la vida: "soy peluquero". Esa profesión, tan necesaria en cualquier campo de concentración, quedó reflejada en su ficha de prisionero como una especie de pasaporte hacia la supervivencia. José se convirtió en uno de los peluqueros de Mauthausen. Un oficio que le permitía pasar menos frío, comer un poco más y, sobre todo, no morir por el extenuante trabajo como le ocurría a quienes eran destinados a la cantera o a otros kommandos igualmente duros.

Creador de La Rondalla de Mauthausen

Ese puesto privilegiado hizo que siempre estuviera en el campo central, con otros trabajadores cualificados como eran los secretarios, los cocineros, los zapateros o los ayudantes del laboratorio fotográfico. Con algunos de ellos, como el propio Francesc Boix, José participó en la creación de La Rondalla de Mauthausen: un grupo músico-teatral. Mientras los carpinteros fabricaban los instrumentos, Boix consegui?a, trapicheando con los SS, las piezas que no podi?an fabricarse. Cuando los alemanes descubrieron las primeras bandurrias, en lugar de tomar represalias celebraron la ocurrencia de los espan?oles y les permitieron seguir con sus planes. La primera actuacio?n tuvo lugar en la barraca 13, donde resonaron jotas, pasodobles y alguna pieza cla?sica como El sitio de Zaragoza. La Rondalla, en las navidades de 1944, llego? a interpretar una obra sati?rica titulada El maraja? de Rajaloya. Los prisioneros que trabajaban como sastres, carpinteros y pintores se encargaron de confeccionar los trajes para los actores y construir los decorados.

Esas representaciones suponían un instante de luz y de libertad para los privilegiados prisioneros que las contemplaban. Así lo recordaba el deportado barcelonés Manuel Alfonso: "Aquello nos distrai?a mucho. Llombart, que habi?a trabajado como peluquero de sen?oras, confecciono? unas pelucas con virutas de la carpinteri?a. Se las poni?a Cereceda, que haci?a de chica. El decorado estaba muy bien hecho y con las luces pareci?a que esta?bamos en otro mundo". Manuel Alfonso era dibujante y trabajaba en la oficina de los arquitectos del campo. Clandestinamente realizaba dibujos que regalaba a sus compañeros en el día de su cumpleaños. José recibió varios a lo largo de su cautiverio.

José logró sobrevivir hasta que el 5 de mayo de 1945 las tropas estadounidenses liberaron el campo. Rehízo su vida en Francia aunque siempre arrastró las secuelas físicas y psicológicas que le dejaron su paso por Mauthausen. Una bronquitis crónica provocó, finalmente, su fallecimiento en 1993.

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen