Portada Los culpables La responsabilidad franquista

La responsabilidad franquista1

¿Es posible que Franco no conociera la existencia de los campos de concentración nazis y lo que en ellos ocurría? ¿Resulta factible que Alemania enviara a miles de prisioneros españoles a Mauthausen sin el consentimiento de Madrid? ¿Pudo ignorar el Gobierno español que el Reich perseguía y exterminaba masivamente a millones de judíos, gitanos, homosexuales y disidentes políticos? La documentación existente demuestra que la respuesta es la misma para las tres preguntas: no, no y no.

El régimen franquista hizo un seguimiento constante de la suerte que corrían tanto los "rojos" que se encontraban exiliados en Francia como los miles de judíos sefardíes que eran perseguidos en toda Europa. Los servicios de seguridad español y alemán mantuvieron un intercambio de información constante y colaboraron en diversos países para perseguir a disidentes políticos. En España, la Gestapo actuó con total impunidad, mientras que en Francia colaboró con la policía franquista en la búsqueda y captura de los dirigentes republicanos que permanecían allí refugiados. La estrategia represiva y los objetivos a eliminar fueron compartidos por ambos regímenes.

Unidos desde antes de nacer

Alemania y España eran la misma cara de una única moneda y caminaban juntas en la construcción de una gran Europa fascista, limpia de comunistas, disidentes y judíos. Se trataba de una sólida relación que comenzó a forjarse años antes de que Franco ni siquiera se planteara hacerse con el poder.

En 1936 el partido nazi alemán tenía 163 sedes distribuidas por toda España. Los agentes de Hitler tendieron lazos con los políticos derechistas y con los generales que terminaron levantándose contra la República. Conocemos buena parte de sus actividades por los documentos que tuvieron que abandonar en su sede de Barcelona tras fracasar el golpe de Estado en Cataluña, en julio de 1936. Los archivos fueron requisados por las milicias republicanas y publicados, por primera vez, en 1937. Gracias a ellos sabemos que, en los meses previos a la sublevación militar, llegaron a contar con 2.500 agentes. Sus trabajos abarcaban desde el control de la prensa hasta el tráfico de armas, pasando por la distribución de propaganda y la persecución de disidentes políticos y judíos. Todo se hacía con un doble objetivo: mejorar la imagen de Alemania entre la sociedad española y conspirar contra la República.

El fracaso del golpe de Estado y, como consecuencia de ello, el inicio de la guerra, provocaron que las relaciones de Franco con la Alemania nazi pasaran de la complicidad inicial a una férrea y definitiva alianza. La ayuda logística, política y militar no hizo más que crecer durante todo el desarrollo de la guerra y resultó fundamental para el desenlace final. Franco era consciente de ello y así lo reflejó en el telegrama que envió a Hitler tras la derrota republicana: "En el Día de la Victoria, España entera se une conmigo en el recuerdo al pueblo alemán y a su Führer que tantas pruebas nos dio de afecto en los días duros de la guerra".

Por una Europa fascista

Un mes después de que la Wehrmacht se lanzara a la conquista de Francia, el Gobierno franquista cambió el estatus de España en la guerra, pasando de la neutralidad a la "no beligerancia". Se trataba de una muestra clara de su apoyo al Eje y una declaración de intenciones de cara a su inminente entrada en el conflicto bélico. Franco entregó todo el poder a su cuñado, el ministro de la Gobernación y filonazi Ramón Serrano Suñer. Si España no entró finalmente en la guerra, no fue por falta de ganas, sino por otras razones. Hitler conocía el calamitoso estado en que se encontraba el país y, especialmente, el ejército franquista. Sabía además que Franco le brindaba tropas (50.000 soldados de la División Azul), acceso a sus puertos, aeropuertos y facilitaba el trabajo de sus agentes y espías por todo el territorio español. Por ello no necesitaba la entrada formal de España en la guerra. Máxime cuando Franco reclamaba, a cambio, la entrega de territorios coloniales en el Norte de África. Una cesión que hubiera molestado a sus otros dos aliados: Pétain y Mussolini. Definitivamente para Hitler era preferible una España que "gratuitamente" actuaba como aliado bélico que tener que cargar con un nuevo miembro oficial del Eje al que tendría que ofrecer inoportunas contrapartidas. Pese a todo, Franco no perdió la esperanza de entrar en la guerra hasta 1943, momento en el que, tras las primeras derrotas alemanas, empezó a cambiar de estrategia y a coquetear con los Aliados.

La deportación de los españoles a los campos

Las principales pruebas que demuestran que Franco, Serrano Suñer y el resto de dirigentes franquistas participaron activa y pasivamente en la deportación de 9.000 españoles a los campos de concentración son:
  1. Desde el 31 de julio de 1938 la policía franquista y la Gestapo tenían suscrito un protocolo de actuación conjunta que agilizaba los procesos de extradición y el intercambio de información sobre sus comunes enemigos.

  2. En 1939 y 1940 los gobiernos alemán y español intercambiaron correspondencia en la que se reflejaba el interés de las autoridades franquistas por capturar a los líderes republicanos exiliados en la Francia ocupada. En telegramas y cartas, Madrid se "desentiende" de la suerte que pueda correr el resto de españoles que permanecían refugiados en territorio francés.

  3. Entre el 16 y el 25 de septiembre de 1940, Serrano Suñer visitó Berlín y se reunió con Hitler, Himmler y Heydrich, jefe del Departamento Central de Seguridad del Reich (RSHA). El día que el ministro de la Gobernación franquista abandonaba Alemania, Heydrich difundió una orden muy específica titulada "Tratamiento en los territorios alemanes y exteriores de los antiguos combatientes rojos españoles". En ella se decía: "Por orden del Führer (...) de entre los combatientes rojos de la guerra de España, por lo que a los súbditos españoles se refiere, procede directamente su traslado a un campo de concentración del Reich". A partir de ese momento los españoles que permanecían en campos de prisioneros de guerra, donde se respetaba la Convención de Ginebra, fueron seleccionados y enviados a los campos de la muerte.

  4. El régimen franquista tuvo información y capacidad de decisión sobre el destino de los prisioneros españoles. Cuando quiso liberar y, por tanto, salvar de la muerte a alguno de ellos, lo hizo sin el más mínimo problema. Existe constancia de dos deportados que abandonaron Mauthausen gracias a las gestiones que Serrano Suñer realizó ante las autoridades alemanas.

  5. Especialmente llamativo fue el papel que desempeñó el Consulado español en Viena. Su responsable mantuvo una fluida comunicación con los SS responsables de Mauthausen. En los archivos alemanes se conservan los mensajes que intercambió con el campo para pedir datos sobre los prisioneros o los objetos personales de algunos fallecidos.

  6. El caso del convoy de Angulema. El 20 de agosto de 1940 se produjo la deportación a Mauthausen de 927 hombres, mujeres y niños españoles que se encontraban en el campo francés de Les Alliers, en las proximidades de Angulema. La metódica forma de actuar del régimen nazi hace difícil creer que no se informara previamente a sus amigos del Gobierno español sobre la organización de este convoy. También sería sorprendente que las autoridades francesas, que colaboraron con los alemanes en la operación, no mantuvieran a España al corriente del tema. Pétain tenía una estrecha relación personal con Franco y con el embajador español, José Félix de Lequerica. En cualquier caso, el mismo día en que partió el tren hacia Mauthausen, la Embajada alemana en Madrid se dirigía al Ministerio de Asuntos Exteriores para hacerle el siguiente ofrecimiento: "Rogarle que comunique si el Gobierno español está dispuesto a hacerse cargo de 2000 (dos mil) españoles rojos que actualmente se hallan internados en Angoulême (Francia)". No hay constancia de que nadie respondiera a los diplomáticos alemanes. La Embajada nazi reiteró su ofrecimiento, al menos, en otras tres ocasiones con idéntico resultado. En sus cartas advertía claramente a las autoridades franquistas de que, si no hacían nada: "Las autoridades alemanas de ocupación se proponen alejar próximamente de Francia a los referidos españoles". Cuando el convoy de Angulema llegó al campo de concentración, los oficiales de las SS se mostraron desconcertados al saber que, en su interior, había hombres, mujeres y niños. En esa época Mauthausen solo estaba preparado para recibir prisioneros varones. Este hecho provocó que el tren permaneciera detenido durante horas en la estación. No existe constancia documental de que se consultara con las autoridades franquistas, pero lo cierto es que se decidió que las mujeres y los pequeños fueran enviados hacia España. Los hombres y los niños mayores de 14 años fueron obligados a bajar de los vagones e internados en el campo. Es muy improbable que los alemanes tomaran esta decisión, que incluía el traslado a España de una parte de los pasajeros, sin hablarlo previamente con sus aliados y amigos españoles. El 1 de septiembre las mujeres y los niños entraron en España por la frontera de Irún y fueron interrogados por la policía franquista. Los datos que aportaron llegaron también hasta el Ministerio de Asuntos Exteriores. Por si había alguna duda, las autoridades alemanas informaron meses después al Gobierno de lo que había ocurrido con los hombres del convoy: "Eran rojos con sus familias que habían estado internados en Angulema. Los hombres, que en su tiempo habían tomado parte activa en la lucha contra el Gobierno nacional español y que se encontraban en condiciones de ser internados, fueron llevados al campo de concentración de Mauthausen". Serrano Suñer fue quien recibió esta carta, en cuyo margen escribió a través de uno de sus subordinados: "Puesto que no parece oportuno hacer nada a favor de los internados, archívese".




1 Este es un breve apunte de los datos, documentos y testimonios que se recogen en el libro Los últimos españoles de Mauthausen.
Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen