Deportados

Antonio Sierra Cid

Su historia

Antonio Sierra Cid Nació el 16 de febrero de 1890 en Pinos Puente (Granada)
Deportado a Mauthausen el 24 de mayo de 1941
Trasladado a Gusen el 5 de diciembre de 1942
Liberado el 5 de mayo de 1945
Falleció en Peligros (Granada) el 13 de enero de 1968

Información facilitada por su bisnieta Carolina Sánchez

Hijo de Eduardo y de Natividad, Antonio creció en el seno de una familia humilde de Pinos Puente (Granada). En su juventud se trasladó a la vecina localidad de Peligros, donde compaginó diversos trabajos con su afición a la tauromaquia. Conocido como El Pintaíto, toreó en las plazas de varias poblaciones granadinas. Tras cortarse la coleta, se dedicó a enmarcar fotografías y cuadros por lo que sus paisanos le bautizaron con el apodo de "El tío de los retratos".

En el momento de producirse la sublevación militar contra la democracia republicana tenía 46 años, estaba casado y tenía cinco hijos. Militante de la UGT, se alistó en las milicias para hacer frente a las tropas franquistas. En marzo de 1937 ascendió a sargento de Infantería, un rango que no le fue confirmado hasta que, año y medio después, el reconocimiento apareció debidamente publicado en el Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nacional. Tras combatir en diversas batallas y resultar herido en una mano, cruzó la frontera hacia Francia en febrero de 1939. Atrás quedaba toda su familia y la mayor parte de sus amigos.

Después de pasar varios meses en los campos de concentración franceses instalados en las playas próximas a Perpiñán, Antonio se alistó en la Legión Extranjera. Su destino fue el 12º Regimiento Extranjero de Infantería (R.E.I.). Todo apunta a que combatió con esta unidad durante mayo y junio de 1940, tratando de detener el avance de las tropas alemanas en torno a la localidad de Soissons. Aproximadamente el 30 por ciento de los integrantes de este regimiento eran republicanos españoles. Según su declaración ante agentes de la Gestapo, su captura se produjo el 11 de junio de 1940 "a unos 10 o 20 kilómetros de París". Su primer destino como cautivo fue muy cerca de la capital francesa, en el frontstalag 111, situado en la localidad de Drancy. Allí permaneció hasta finales del mes de octubre en que fue trasladado al stalag XIII-C, el campo de prisioneros de guerra establecido en la ciudad alemana de Hammelburg.

Según su propio testimonio, le destinaron inmediatamente a un grupo de trabajo en la vecina localidad de Haßfurt. Tal y como le había ocurrido al resto de españoles, Antonio seguía siendo tratado por los alemanes como un prisionero de guerra, de acuerdo a las directrices establecidas en el Convenio de Ginebra. Todo cambió para él durante la primavera siguiente. El 1 de abril de 1941 la Gestapo se lo llevó de Haßfurt y lo trasladó a una prisión en Würzburg. Durante los meses anteriores, cerca de 7.000 compatriotas ya habían pasado por una situación similar en diferentes puntos de la Europa ocupada. Las conversaciones entre el régimen franquista y la Alemania de Hitler provocaron que los españoles dejaran de ser considerados prisioneros de guerra, fueran sacados de los stalags y enviados a Mauthausen para ser exterminados. Ya en el mes de agosto del año anterior habían llegado los primeros republicanos a ese campo de concentración situado en la Austria anexionada por el Reich. Si a Antonio le deportaron tan tarde, fue muy probablemente porque en su campo de prisioneros de guerra apenas había españoles. O bien pasaron desapercibidos durante un largo periodo de tiempo, confundidos entre la masa de cautivos franceses, o bien no fueron una prioridad para la Gestapo, que se volcó en otros stalags, como los de Zagan, Fallingbostel o Moosburg, en los que se hacinaban centenares de republicanos.

Engañando a la Gestapo

El 4 de abril Antonio declaró ante la Gestapo de Wurzbürg. El luchador granadino mintió innumerables veces ante los siniestros agentes de la policía política de Hitler. Su objetivo era no solo protegerse a sí mismo, sino mantener a salvo a su familia. Sin duda fue esa la razón por la que afirmó que era soltero, se quitó diez años de edad y facilitó una dirección de la ciudad de Granada en la que dijo vivir con sus padres. "Tengo 2 hermanos y 2 hermanas. Mis padres y hermanos estaban vivos cuando yo residía en España. Si entretanto se mudaron de domicilio o bien si algo les pasó, eso no lo puedo decir. Desde Febrero de 1939 hasta hoy no he recibido más noticias suyas", puede leerse en la declaración de Antonio que la Gestapo tradujo al alemán.

A partir de ahí se dedicó a minimizar su compromiso con la República y ocultó tanto su participación voluntaria en la defensa de la democracia como su ascenso a sargento: "Durante mi residencia en España, no participé como militante de ningún partido político. Únicamente formé parte de la UGT. Esta organización ofrece asistencia social a la clase obrera pero no propugna ningún objetivo político. No tengo antecedentes penales (…) En Julio de 1936 fui llamado al batallón 24º de infantería, en Deifontes. Con esta compañía luché contra las tropas nacionales. Fui herido en combate en la mano derecha. Tras sufrir la herida fui replegado y el resto del tiempo ya no participé en más combates. No tenía ninguna oportunidad de pasarme a las tropas de Franco; además, antes habría sido fusilado por mi propio destacamento…".

En la misma línea, Antonio también mintió al relatar su paso por el Ejército francés: "Bajo las autoridades francesas, las tropas españolas fueron capturadas y sometidas a la autoridad de un campo de concentración cerca de Perpignan (…) Al comienzo de la guerra entre Francia y Alemania, nos explicaron en el campo que si no nos incorporábamos al ejército francés de manera voluntaria nos amenazaban con no darnos más comida. Esta presión me doblegó y enseguida me dispuse a formar parte de la armada francesa. Aproximadamente en Octubre de 1939 me entregaron un uniforme francés y me adjudicaron a una división de pioneros (compañía de ingenieros). No me entregaron arma alguna. En los alrededores de Perpiñán colaboré junto a una gran compañía en la ampliación de un refugio antiaéreo y otras instalaciones para la defensa. Yo no fui a los alrededores de Orten (debía referirse a la localidad de Ourton), en donde tuvieron lugar las batallas entre franceses y alemanes. Con el avance de las tropas alemanas en territorio galo, el ejército francés tuvo que replegarse hacia París. La brigada a la que yo pertenecía fue trasladada junto con la retirada del ejército francés y hasta la detención, tuvimos que construir un refugio para las personalidades de mando y asimilados. Yo no participé en ninguna batalla (operación militar) contra los alemanes".

A pesar de sus intentos de ocultar su lucha contra Franco y contra Hitler, la Gestapo le sentenció catalogándolo como Rotspanier, rojo español. En la ficha que sobre él elaboró la policía política de Hitler se incluyeron tres retratos suyos (uno de frente y dos de perfil), una hoja con sus huellas dactilares, copia de su declaración y una descripción física en la que se mencionaba desde su altura, el color de sus ojos, su piel "bronceada", su aspecto físico "regordete" y la presencia de una cicatriz en su mano derecha. Antonio aún pasó mes y medio encarcelado en Wüzburg. En ese tiempo la Gestapo de esa localidad interrogó a otros cinco españoles que acabarían compartiendo el transporte que les conduciría hasta Mauthausen. Los seis atravesaron las puertas del campo de concentración el 24 de mayo de 1941. Solo Antonio lograría sobrevivir. Cuatro de sus compañeros de convoy fueron asesinados en Gusen y el quinto pereció en la cámara de gas del Castillo de Hartheim.

Mauthausen y una liberación amarga

El granadino recibió el traje rayado y el número de prisionero 5.874. Tenía 51 años en un lugar en el que los deportados llamaban "viejos" a todos aquellos hombres que superaban la treintena. Desconocemos los grupos de trabajo por los que pasó, aunque él siempre recordaba el sufrimiento que pasó en la tristemente célebre cantera. En diciembre de 1942 los SS le enviaron al subcampo de Gusen, conocido como El Matadero. Contra todo pronóstico, Antonio logró sobrevivir y se convirtió en uno de los pocos españoles con más de 50 años que asistieron a la liberación de Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, por parte de las tropas estadounidenses.

Tras pasar su primer mes en libertad entre las mismas alambradas en las que había visto perecer a miles de compañeros, Antonio fue enviado a París. En el centro de recepción habilitado por los Aliados en el lujoso hotel Lutecia, pasó reconocimiento médico. Solo tenía lo puesto y sus intentos de contactar con su familia en Granada fueron infructuosos. La información que le llegó en aquellos momentos le llevaron al convencimiento de que tanto su mujer como sus hijos habían muerto durante la guerra.

Sumido en la tristeza, Antonio arrastraba unas terribles secuelas físicas y sobre todo psíquicas de su cautiverio. Durante 15 años vivió en una pequeña y húmeda habitación adosada a un bar. Trabajó como tintador de ropa en el negocio de un comerciante judío que había conocido en Mauthausen. Solo y deprimido se lo encontró casualmente un español que se había perdido en París; había hecho una parada en su camino hacia Alemania y no hablaba ni una palabra de francés. Ambos conversaron durante un largo rato en el que descubrieron con sorpresa que eran casi paisanos. El recién llegado era de Güevéjar, una localidad situada a solo 18 kilómetros de Peligros. Tras conocer la terrible historia de Antonio, se comprometió a investigar la suerte de su familia cuando regresara a España. El desconocido pasó un año trabajando en Alemania, pero no se olvidó de su promesa.

"Yo era solo un niño. Estaba con un amigo a las afueras de Peligros cuando se presentó un hombre a caballo que me preguntó si conocía a Carmen "la de Agustina". ¡Cómo no la iba a conocer si era mi abuela! Le indiqué dónde vivía. Luego fui tras él. Cuando llegué le vi hablando con mi abuela. Enseguida empezaron a llorar y a abrazarse. Le estaba contando que mi abuelo estaba vivo". Ese niño era Manuel, uno de los nietos de Antonio. Esa abuela que lloraba era Carmen, la esposa del luchador granadino que desde 1939 vestía de luto riguroso por el marido que creía difunto. Era un día de 1961 o 1962, nadie recuerda con exactitud la fecha, pero nadie ha olvidado que fue el día en que un desconocido llevó la alegría a Peligros: Antonio Sierra estaba vivo.

Antonio "resucita" en Peligros

En 1962 uno de los hijos de Antonio viajó a París desde la ciudad alemana en la que vivía y trabajaba. "Se presentó en el bar y cuando se lo encontró, le dijo que era su hijo", relataba Manuel. Antonio estaba tan delicado de salud y vivía en unas condiciones tan básicas, que su hijo se lo llevó a Alemania. Allí pasó cerca de un año, mientras en España su esposa y el resto de sus hijos realizaban el papeleo ante las autoridades franquistas para intentar garantizar que no fuera encarcelado ni asesinado si regresaba. "No quería volver porque pensaba que le iban a cortar el cuello", recordaba su hija Carmen. Sin embargo, finalmente venció sus temores y el primer día de 1963 Antonio volvió a Peligros.

"¡Cómo iba a olvidar ese día! ¡Ojú , por Dios! Era el uno de enero y habíamos matado un choto para celebrarlo" recordaba su hija Carmen. "No quería contar . No quería ni hablar de lo de Mauthausen, de todo lo que había pasado allí". Su nieto Manuel tampoco pudo olvidar aquellos días: "En Peligros fue un acontecimiento no solo para la familia sino para todo el pueblo. Por allí desfiló medio Peligros... gente de izquierdas y también de derechas que habían sido amigos suyos".

Antonio nunca se recuperó ni física ni psíquicamente de su paso por el infierno nazi. "Tenía días buenos, pero otros…Se colgaba sus medallas y ese día no se le podía hablar. Y salía con ellas paseando por el cortijo", relataba Manuel. Cinco años después de su regreso a Peligros, Antonio falleció. Era un gélido 13 de enero de 1968. Tenía 77 años y una historia increíble de lucha, heroísmo y sufrimiento que no conoceríamos de no ser por el empeño de su bisnieta Carolina. Ella, siguiendo la estela de su padre, Manuel, no quiso que las hazañas y también las desventuras de Antonio cayeran en el olvido. A ella, a su familia y sobre todo a Antonio… nuestra admiración y nuestro eterno agradecimiento.

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen