Francisco Franco Escanero

Su historia

Francisco Franco Escanero

Nació el 12 de noviembre de 1907 en Leciñena (Zaragoza)
Deportado a Mauthausen el 26 de abril de 1941. Nº de prisionero 3180
Trasladado a Gusen el 20 de octubre de 1941. Nº de prisionero 13812
Falleció en Gusen el 12 de noviembre de 1941

Aunque ya estaban acostumbradas, el interior de Julia e Isabel volvía a removerse cada vez que algún vecino sin entrañas les traía noticias de su progenitor: "Le han visto en Francia, con su nueva esposa y con un montón de niños. Parece que le van muy bien las cosas". Las dos hermanas no sabían qué pensar. Les atormentaba la posibilidad de que su padre las hubiera abandonado, pero aún les dolía más que ni siquiera se hubiera dignado en enviarles una carta, un mensaje, unas palabras de cariño.

Ellas eran muy pequeñas cuando le vieron por última vez. En 1936 Pilar, su madre, había fallecido de las secuelas que le dejó el difícil parto de Isabel. Su padre debía superar el dolor de su muerte para hacerse cargo de las dos niñas en el peor de los momentos de la Historia de España. Acababa de comenzar la guerra provocada por la sublevación de un grupo de militares y civiles fascistas.

Julia e Isabel no recuerdan casi nada de aquellos días terribles. Sus tíos les contaron que ante el avance imparable de las tropas franquistas toda la familia abandonó Aragón y, finalmente, España. En febrero de 1939 cruzaron la frontera de la mano de su padre al que acompañaban sus hermanos Rafael y Pablo con sus esposas e hijos. El desesperado grupo lo integraban, en total, diecinueve personas que anhelaban recuperar sus vidas en el país vecino. El sueño apenas duró unas horas. Las autoridades francesas les recibieron como a perros y, junto al medio millón de exiliados republicanos, les encerraron en campos de concentración sin agua, sin apenas comida y sin infraestructuras.

Nadie recuerda a ciencia cierta si fue por esas terribles condiciones de vida o por algún acontecimiento posterior, pero poco tiempo después el grupo emprendió el camino de regreso hacia España. Atrás quedaron dos de sus miembros: Agustín, uno de los hijos de Pablo, y Francisco, el padre de Julia e Isabel. Esa fue la última vez que las niñas sintieron los tiernos abrazos de Francisco Franco Escanero.

El camino hacia la muerte

Habían pasado ya más de 25 años desde aquella separación. En 1965 Julia e Isabel mezclaban los recuerdos reales con el relato de los hechos que les hicieron sus tíos y primos. Continuaban estando muy confundidas pero algo en su interior les seguía diciendo que su padre no las abandonó. Ese año caería en sus manos un libro editado en Francia llamado Triángulo Azul; en sus últimas páginas encontrarían la respuesta a todas sus dudas. Francisco Franco Escanero aparecía en el listado de españoles que fueron asesinados en el campo de concentración nazi de Mauthausen. Julia e Isabel no podían dejar de llorar mientras repasaban, una y otra vez, las 21 letras que componen aquel nombre; las dos hermanas se miraban a través de sus lágrimas y se sorprendían esbozando, involuntariamente, una leve sonrisa; no era necesario decir nada, ambas comenzaban a sentirse en paz. Ahora sabían lo que siempre quisieron creer: su padre no regresó con ellas porque no pudo; unos criminales se lo impidieron.

Francisco Franco Escanero

Tuvo que pasar mucho más tiempo para que las hermanas Franco conocieran el trayecto que condujo a Francisco hasta la muerte. El luchador aragonés se alistó en la 107ª Compañía de Trabajadores Españoles del ejército francés y fue destinado a construir infraestructuras y fortificaciones en la tan célebre como inútil Línea Maginot. Cuando las tropas alemanas invadieron Francia, los miembros de la 107ª huyeron hacia el sur, junto a decenas de miles de soldados franceses y un buen número de españoles. Su objetivo era alcanza Suiza y nunca sabremos si Francisco lo consiguió o no. La Wehrmacht le capturó, en junio de 1940, en los alrededores de Héricourt, a poco más de 30 kilómetros de la frontera helvética. Es posible que le apresaran antes de alcanzar la meta o que, como le ocurrió a otros españoles, la guardia fronteriza suiza le impidiera el paso o incluso le expulsara de su territorio dejándole a merced de los nazis. Así de cruel y asesina fue la tan cacareada como falsa neutralidad suiza.

Lo que sí sabemos con toda seguridad es que los alemanes enviaron a Francisco al frontstalag de Besançon-Doubs, un campo de registro y selección de prisioneros de guerra. Allí permaneció hasta enero de 1941, cuando fue trasladado al stalag XI-A ubicado en Altengrabow. En este campo de prisioneros debería haber permanecido hasta el final de la guerra de no ser por la actuación del otro Francisco Franco, el dictador español que pidió a Hitler la deportación a campos de concentración de todos sus compatriotas capturados durante la conquista de Francia.

El penúltimo viaje de Francisco comenzó el 24 de abril. En un vagón destinado al transporte de ganado fue trasladado, junto a otros españoles, desde Altengrabow hasta Mauthausen. El convoy tardó dos días en realizar el recorrido. A su llegada, recibió su pijama de rayas, el triángulo azul que le marcaba como apátrida y el número de prisionero 3180. Su edad no le ayudaría a sobrevivir; Francisco tenía 33 años y era, por tanto, un "viejo" para las inhumanas condiciones de trabajo, alimentación y sanidad que existían en el campo de concentración.

En seis meses de estancia su cuerpo se debilitó tanto que acabó en la lista de quienes serían enviados al subcampo de Gusen; un lugar que años más tarde sería bautizado como "El Matadero" aunque por entonces los presos aún no conocían su letalidad. De hecho nunca sabremos si Francisco fue seleccionado por los SS para ir allí o, como hicieron otros prisioneros españoles, se alistó voluntario al pensar que "nada podía haber peor que Mauthausen". Nada menos que 1.200 españoles recorrieron a pie, el 20 de octubre de 1941, los cinco kilómetros que separaban el campo central de las inmundas barracas de Gusen. Uno de ellos era el madrileño Enrique Calcerrada que jamás pudo olvidar aquel terrible viaje: "El alboroto de la guardia, mezclado con los aullidos de los perros, lanzados al mismo tiempo o por separado, formaban una diabólica comunión, mezclándose con una salsa de patadas, culatazos, mordiscos de perro en las piernas de los más enfermos y débiles, que de mal modo podían seguir la marcha infernal de la columna. Algunos infortunados caían al suelo, impotentes o heridos, dando lugar con ello a nuevos lotes de humillaciones e insultos por parte de los guardias. Para muchos infelices era el comienzo de su fin; sus cuerpos continuaban el viaje colgados de los hombros de sus camaradas que a duras penas podían con los suyos propios. Paso a paso la caravana se estiraba, siempre un poco más, provocando la enloquecida cólera de los guardias… La caravana se había estirado ya algunos cientos de metros y los últimos de la cola llegábamos a la llanura cuando los primeros de la columna avistaban el pequeño burgo de Gusen. El peso de los heridos y enfermos nos había fatigado a los demás y los últimos cientos de metros teníamos que hacerlos apoyándonos los unos en otros, todos empujados por un pelotón de SS que golpeaban y gritaban como diablos enfurecidos".

Francisco solo resistió 3 semanas en aquel infierno. Murió el día en que cumplía 34 años. Los SS consignaron su muerte a las 8 de la mañana del 12 de noviembre de 1941 como consecuencia de una "irritación crónica del estómago y el intestino". Decenas de españoles murieron ese día, en un intervalo de apenas dos horas, por "causas naturales".

71 años después

Yolanda toma café en su casa de la localidad zaragozana de Utebo. "Déjame de criminales", le dice a su marido cuando este le muestra en la pantalla de su portátil un titular de Eldiario.es donde se lee el nombre de Francisco Franco. "Léelo, no es lo que te imaginas", le dice él con decisión. Es entonces cuando Yolanda se percata de que el reportaje no habla del dictador, sino de su desconocido pero querido abuelo: "Se me puso la piel de gallina; me quedé paralizada, sin poder pensar ni decir nada", confiesa unos días después. "Nunca nadie había escrito nada sobre él", recuerda con la voz quebrada por la emoción.

Ese mismo día, Yolanda corrió a casa de su madre, Julia, y de su tía Isabel para decirles que su padre había dejado de ser un fantasma. Juntas recordaron los tiempos en que se negaban a creer que Francisco había rehecho su vida en Francia y las había olvidado. Volvieron a sentir ese sabor agridulce de leer su nombre en el listado de víctimas de Mauthausen y se preguntaron, nuevamente, por qué el Gobierno alemán les negó, posteriormente, la indemnización a la que tenían derecho. Su vida no había sido fácil, especialmente la de Isabel, con una minusvalía del 100% pero hoy, al menos, compartían una buena noticia: la historia de su padre comenzaba a salir a la luz.

Había pasado más de siete décadas olvidado en los fríos listados en que se acumulan los millones de víctimas del horror nazi. Pero ahora, allí estaba él: el otro Francisco Franco; el hombre que tuvo que aguantar las bromas de sus camaradas por compartir nombre con el líder de los enemigos fascistas; el idealista que lo sacrificó todo para intentar defender la libertad de España y de Europa; el sencillo padre de familia que nunca pudo regresar a Leciñena para abrazar a Julia y a Isabel… Allí estaba él… saliendo por fin del olvido.

Si queréis leer el artículo publicado en Eldiario, pinchad en el siguiente link: Franco murió en el campo de concentración de Mauthausen
http://www.eldiario.es/sociedad/Francisco-Franco-murio-Mauthausen_0_512349555.html

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen