Cristóbal Soriano Soriano

Su historia

Cristóbal Soriano Soriano Nació en Barcelona el 28 de agosto de 1919.
Deportado a Mauthausen el 25 de noviembre de 1940. Nº de prisionero 4.534.
Trasladado en marzo de 1941 a Gusen donde recibió el nº de prisionero 43.564.
Falleció en Perpignan el 12 de marzo de 2018.

En la guerra de España combatió en el batallón Thaelmann de la XI brigada internacional. Participó, entre otras, en la batalla de Guadalajara y en la del Ebro.

Tras el triunfo franquista tuvo que huir a Francia, donde pasó por los campos de concentración de Saint-Cyprien y Gurs. En este último, decidió alistarse en la Legión Extranjera para tomar parte en la nueva guerra que se avecinaba.

Cristóbal se encontraba entre Lille y la frontera con Bélgica cuando los alemanes iniciaron la invasión. Según él mismo relata, la escasa munición con que contaban impidió que ofrecieran resistencia alguna ante el arrollador avance de las tropas nazis. Su hermano José, que se encontraba con él, fue herido en un brazo y enviado a un hospital.

Cristóbal fue hecho prisionero de guerra y transferido al stalag XI-A de Altengrabow; allí le pusieron a trabajar la tierra y guardar ganado. Al cabo de unos meses, la Gestapo reunió a los españoles y los trasladó al stalag XI-B en Fallingbostel. A Cristóbal le esperaba una sorpresa: el reencuentro con su hermano. La alegría duró poco, ya que ambos fueron enviados inmediatamente al campo de concentración de Mauthausen.

Cristóbal Soriano Soriano

Cristóbal trabajó en la cantera. Después de la jornada, subía la temible escalera cargado con una pesada piedra destinada a la construcción del muro del campo, todavía incompleto. Como su hermano tenía secuelas de las heridas en el brazo y no podía trabajar, le enviaron enseguida a Gusen, un subcampo aún más duro situado a cinco kilómetros y en el que perdieron la vida miles de españoles.

Unas semanas más tarde, en una de las selecciones que realizaban los SS de prisioneros débiles y enfermos, Cristóbal se ofreció voluntario para ir a Gusen. Quería reunirse con su hermano, aunque ello le costara la vida. Era el 29 de marzo de 1941. Gracias a este acto de valor, pudo cuidar de José durante unos meses pero no logró evitar que en diciembre de ese año se lo llevaran al castillo de Hartheim para asesinarle en su cámara de gas. Cristóbal no conocería el fatal destino de su hermano hasta cuatro años más tarde; el día siguiente a la liberación recibió la mala noticia de un deportado español que se ocupaba del registro de los fallecidos.

Los españoles definen el campo de Gusen como un matadero. La crueldad de los kapos, en su mayoría polacos, era extrema. Los presos eran obligados a lavarse con la nieve, permanecían desnudos en formación durante largas horas, soportaban duchas de agua fría, recibían palos… Cristóbal trató de trabajar como sastre, oficio que aprendió en España, pero los SS le rechazaron porque se presentó a la selección con el traje rayado sucio y completamente roto. Ese puesto le hubiera dado la posibilidad de estar a cubierto, comer un poco más… librándole de los kommandos más extenuantes, de los que todos intentaban huir y, sin embargo, de los que él terminó formando parte.

Participó en la construcción de la carretera que une Mauthausen y Gusen. Otro de sus destinos más duros fue el trabajo de perforación con dinamita para crear los túneles de Bergkristall, muy cerca de Gusen; Cristóbal recuerda que cada día había muchos muertos entre los prisioneros. En dichos túneles se instalarían algunas fábricas subterráneas de material de guerra, que estarían a salvo de los bombardeos aliados. Muchos deportados, desesperados por las pésimas condiciones de vida, se lanzaban a la alambrada electrificada. Incluso Cristóbal reconoce haber estado a punto de acabar con su vida; gracias a sus compañeros no lo hizo.

Finalmente, logró trabajar como cortador y pulidor de piedra. Un civil alemán le enseñó a hacerlo. También consiguió un mejor trato y algo de comida extra haciendo la cama de un kapo alemán que era actor de teatro y un convencido opositor a Hitler.

Cristóbal Soriano Soriano

Tras la liberación, los prisioneros volcaron su ira contra los kapos asesinos. Uno de sus objetivos era el alemán para el que había trabajado Cristóbal. Él trató de convencerles de que ese hombre no había sido cruel con nadie, pero a duras penas conseguía mantener a salvo a su amigo. Por ello, decidió finalmente escaparse con él. Juntos encontraron cobijo en un pueblo cercano, gracias a la hospitalidad de un sacerdote. Pasaron dos largos meses hasta que se decidió a intentar regresar a Francia. La inmensa mayoría de los deportados ya habían sido repatriados. La demora de Cristóbal despertó las sospechas de las autoridades, que le sometieron a un interrogatorio para comprobar si realmente había estado en un campo de concentración. Su testimonio despejó las dudas y a mediados de julio de 1945 aterrizaba en Francia.

En la localidad de Carcassonne encontró trabajo con un español que ejercía de sastre. Fue aquí donde conoció a la mujer de su vida, Angelita, con la que se casó y tuvo dos hijos. Años después se trasladaron a la ciudad de Pérols.

Cristóbal regresó varias veces a Mauthausen, con motivo de los actos de conmemoración de la liberación En una de estas ocasiones se reencontró con Albert J. Kosiek, el sargento que comandaba el pelotón del ejército estadounidense que liberó Mauthausen el 5 de mayo de 1945. La última visita al campo la realizó en 2015, coincidiendo con el 70 aniversario de la liberación. Allí escuchó el discurso del entonces ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García Margallo, en el que leyó una resolución aprobada por el Congreso de los Diputados instando al Gobierno a realizar un gran homenaje estatal a los españoles y españolas que pasaron por los campos nazis.

Cristóbal murió tres años después, el 12 de marzo de 2018, sin que el Ejecutivo hubiera cumplido su solemne promesa. Tras su fallecimiento, Eldiario publicó esta información recordando la vida y la muerte del luchador barcelonés.

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen