Marcial Mayans Costa

Su historia

Marcial Mayans Costa Nació en Barcelona el 14 de agosto de 1920.
Deportado a Mauthausen el 24 de febrero de 1942. Nº de prisionero 9.057.
Murió en Perpiñán el 18 de octubre de 2016.

Marcial trabajaba en una librería de Barcelona. Luchó como voluntario al lado de la República con tan solo 16 años. Recibió la medalla al valor y la medalla de herido por la patria, de las que se siente profundamente orgulloso. Fue testigo de los devastadores bombardeos que se produjeron en la Ciudad Condal, que afectaron a la maternidad cercana a su casa. Marcial enseguida ofreció su ayuda; aún se estremece cuando recuerda los cientos de cadáveres esparcidos por las calles.

Comenzó su exilio en Francia en el campo de Argelès; rodeados por alambradas, junto al mar, los republicanos sufrían muchas calamidades, frío intenso, hambre… Harto de la miseria y los malos tratos, logró huir y llegar hasta Perpignan. En esa ciudad fue arrestado por los gendarmes, pero consiguió evadirse de nuevo y refugiarse en el consulado español que aún controlaba el Gobierno republicano. Poco después, Marcial fue apresado nuevamente y conducido al campo de Barcarès, donde decidió alistarse en el Ejército francés.

Su unidad apenas opuso resistencia a la arrolladora invasión alemana. Capturado en junio de 1940, pasó más de un año en el stalag IX-B Wegscheide/Bad Orb en Alemania, como prisionero de guerra. Allí evitó salir a trabajar porque de manera astuta convenció a los oficiales nazis de que le apasionaban la filosofía y los autores alemanes; así, empleó el tiempo de forma más provechosa, leyendo en la biblioteca. Todavía conserva como un tesoro el librito con el que aprendió alemán. Aunque las condiciones de vida eran buenas, Marcial no soportaba estar recluido por lo que, nuevamente, decidió escapar y lo consiguió. Su aventura en pleno corazón del Reich duró poco tiempo. La Gestapo le capturó, le encarceló y le deportó al campo de concentración de Mauthausen.

Marcial recuerda la impresión que le produjo el aspecto imponente y siniestro de ese lugar, donde ya habían perdido la vida miles de españoles. A su llegada, lo más doloroso fue el proceso de deshumanización al que le sometieron los SS. Les desnudaron, desinfectaron, les raparon y les sometieron a la tortura de la ducha, alternando los chorros de agua hirviendo con los de agua fría. Para finalizar, les dieron el traje rayado. A partir de ese momento dejó de ser Marcial Mayans y se convirtió en un simple número: el 9.057.

Pasó por la cantera donde trabajó durante un año; le destinaron a hacer agujeros en las inmensas paredes de piedra, donde después metían la dinamita para extraer el granito. Luego fue trasladado a los kommandos de Steyr y Ebensee. En Ebensee trabajó en la perforación de los túneles que albergarían las fabricas de armamento. Marcial considera que las condiciones eran peores que en la cantera, al tratarse de un sitio cerrado por donde el polvo levantado en las voladuras no encontraba otra salida que sus secas gargantas. También construyó viviendas para los oficiales SS. Gracias a sus conocimientos de alemán, francés, incluso ruso, consiguió el puesto de intérprete.

Días antes de la liberación, los prisioneros llegaron a conocer el plan urdido por el comandante de Ebensee, Anton Ganz: encerrarles en los túneles, dinamitarlos y así aniquilarlos a todos. Para evitar este final, los intérpretes trazaron una estrategia; cuando el comandante dio la orden de marchar hacia el interior de las galerías, ellos, en lugar de traducirla, les ordenaron a voces que se dirigieran a las barracas. Desconcertados por la reacción de los prisioneros y ante el temor de caer en manos del ejército americano, los SS huyeron y los supervivientes recuperaron su libertad 24 horas más tarde. Ebensee fue el último campo de concentración nazi en ser liberado, el 6 de mayo de 1945.

Convaleciente y extremadamente delgado, Marcial fue repatriado a Francia. Allí se reencontró con Olga, una muchacha a la que, seis años antes, había ayudado a evacuar de Barcelona junto a su madre. Ella recuerda que cuando volvió a verle tras la liberación, todavía iba vestido con un pantalón de los que usaban los SS y una chaqueta marrón en la que se había añadido un cuadrado de tela rayada, para identificar a los presos en caso de fuga.

Marcial Mayans Costa

La lucha contra el fascismo no terminó para Marcial. En 1946 formó parte de la primera brigada republicana de guerrilleros contra la dictadura franquista. Crearon una empresa tapadera para pasar armas de la antigua resistencia francesa a España, escondidas en cajas de conserva. El logotipo que idearon para las tarjetas de visita consistía en un triángulo azul con la «S», el símbolo de los deportados republicanos durante su cautiverio en Mauthausen. A ojos de los clientes y también de los policías franquistas, el símbolo solo era la inicial del apellido de Miguel Subils, responsable del negocio y compañero de deportación. Operó de esta forma durante más de un año, hasta que fue descubierto. Continuó de manera clandestina participando en acciones de sabotaje, pero acorralado, tuvo que regresar a Francia. Marcial utilizó diversos nombres falsos durante este tiempo. Llegó a ser juzgado "en ausencia" y condenado a una pena de 20 años que nunca cumplió.

En 1950 se casó con Olga, tuvieron un hijo y nunca se han separado. Ella siempre le ha animado a transmitir su tremenda experiencia en escuelas, universidades o medios de comunicación. Una experiencia tan atroz que, cuando volvió a Mauthausen treinta años después, se desmayó. Jamás ha podido ni ha querido olvidar. Para Marcial «seguir dando testimonio no es valentía, es dignidad. Por nosotros y por los que no pueden hacerlo».

Falleció a los 96 años en la localidad francesa de Perpiñán

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen