José Marfil Peralta

Su historia

José Marfil Peralta Nació el 9 de febrero de 1921 en Rincón de la Victoria (Málaga).
Deportado a Mauthausen el 25 de enero de 1941. Nº de prisionero 3.787.
Trasladado a Gusen. Nº de prisionero 12.342.
Residió en Maureillas-las-Illas, Francia, hasta su fallecimiento en junio de 2018.

Cuando José era un niño, toda la familia partió rumbo a Barcelona, donde su padre trabajó como inspector de Aduanas. Al comenzar la guerra de España solo tenía 15 años, por lo que no fue movilizado hasta los momentos finales, cuando se integró en la llamada Quinta del biberón para defender Cataluña de las tropas franquistas. Su padre también luchó al lado de la República y alcanzó el grado de teniente. A primeros de 1939, pasaron a Francia, camino del exilio.

José fue a parar al campo de Argelès, donde las autoridades franceses confinaron a miles de republicanos españoles. En las arenas de la playa, rodeados por alambradas y custodiados por soldados armados, luchaban por sobrevivir en condiciones inhumanas. José se encontraba solo, desconocía dónde se hallaba su padre. En el campo, ante la guerra que se avecinaba, las autoridades francesas presionaban a los españoles para que se enrolaran en el ejército. José se alistó en la 9ª Compañía de Trabajadores Extranjeros, enviada a los Alpes franceses para mejorar la calzada de un puerto de montaña. Al fin consiguió localizar a su padre, que pertenecía a otra compañía y lograron su traslado a la 9ª. Más tarde fueron destinados a la frontera con Bélgica, con el objetivo de fortificar la zona. Cuando se produjo la invasión del ejército alemán, en mayo de 1940, no tenían nada para defenderse. Llegaron hasta las playas de Dunkerque donde la Armada británica organizó la Operación Dinamo para evacuar a sus tropas. Desde las dunas, José y el resto de los españoles vieron como los aviones nazis y británicos combatían sobre sus cabezas. Los stukas alemanes se adueñaron del cielo y les bombardearon. El fuego de artillería también fue muy intenso y provocó muchas bajas. José y su padre consiguieron salir ilesos de los ataques pero fueron capturados por los soldados alemanes. Obligados a caminar durante días, atravesaron Bélgica, pero el padre de José no fue capaz de continuar y le montaron en un camión junto a varios heridos. Fue la última vez que se vieron. Su padre fue a parar al stalag VII-A en Moosburg; de allí partió al campo de Mauthausen en agosto de 1940, a bordo del primer convoy de la historia formado con republicanos españoles. Veinte días después de su llegada, falleció; fue el primer español muerto en los campos nazis, al que sus compañeros dedicaron un combativo minuto de silencio.

José Marfil Peralta

Ajeno a lo ocurrido, José realizó un largo viaje. Después de cruzar Bélgica fue trasladado en tren a un puerto holandés, donde embarcó rumbo a Alemania. Desde allí, continuó el trayecto en tren hasta llegar al stalag VIII-C, en Sagan, hoy perteneciente a Polonia. En este campo de prisioneros de guerra trabajó como carpintero bajo unas condiciones de vida aceptables. Sin embargo, pasados unos meses aparecieron varios agentes de la Gestapo que hablaban en español; reunieron a los republicanos y los separaron del resto de prisioneros. Cuando José preguntó el motivo le dijeron: "Vais a ir a un sitio apropiado". Fueron enviados a otro stalag, en Trier. Solo era un lugar de tránsito a su verdadero destino: el campo de concentración de Mauthausen.

El viaje, en un tren de mercancías, duró 3 días, en condiciones muy duras. En el campo les recibieron con estas palabras: "Todos los que habéis entrado por esa puerta, saldréis por la chimenea". Al poco tiempo, José se contagió de sarna y enviado a Gusen. Este subcampo es conocido entre los supervivientes como el matadero: la crueldad de los kapos, el trabajo extenuante, el frío, el hambre y las enfermedades acababan rápidamente con la vida de los prisioneros. Allí iban a parar los enfermos y débiles, cuando los SS hacían selecciones en el campo central.

José trabajó en distintos grupos. Los prisioneros peleaban por formar parte de los kommandos menos duros o aquellos en los que el kapo fuera menos agresivo. Estuvo en la cantera de Gusen y en el temido "pozo", construyendo los cimientos de un gran molino de piedra, donde recibió brutales palizas. En una ocasión, a punto estuvo de ser seleccionado para el crematorio por el comandante de Gusen. Afortunadamente, el jefe de su barraca salió en su defensa, alegando que aún estaba en condiciones de trabajar. El comandante le hizo correr, y José voló… salvándose de una muerte segura. Tiempo después consiguió trabajar de carpintero, lo que le salvó la vida, al permitirle pasar el día en el interior de un taller, a resguardo del frío extremo. Además, ese nuevo puesto le permitió ayudar a otros compañeros. La solidaridad entre los prisioneros era fundamental para sobrevivir.

Tras más de cuatro años de cautiverio, José alcanzó la libertad en mayo de 1945. Se ocupó de trasladar desde Gusen a Mauthausen a varios compañeros enfermos y agotados, para ubicarlos en la enfermería del campo central. Al ver el enorme número de cadáveres, moribundos y desahuciados, finalmente los instaló en unas antiguas dependencias de los SS. Solo cuando vio cómo las tropas estadounidenses repatriaban a sus compañeros enfermos, se sintió verdaderamente libre.

Años después, escribió J'ai survécu à l'enfer nazi, libro en el que narra sus vivencias durante su deportación. Asimismo, ha ofrecido su testimonio en numerosas ocasiones a jóvenes estudiantes en la Universidad. José siempre creyó que Europa corre un serio riesgo de volver a caer bajo las garras de los populismos fascistas. La mejor vacuna para evitarlo, a su juicio, es mantener viva la memoria de sus compañeros asesinados en los campos nazis.

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen