Josep Figueras Solé

Su historia

Josep Figueras Solé

Nació en Fontscaldes (Tarragona) el 9 de septiembre de 1918.
Deportado a Mauthausen el 25 de enero de 1941. Nº de prisionero 4.437.
Falleció el 28 de mayo de 2010.

Miembro de una familia payesa, estudió hasta los 12 años. A partir de esa edad, empezó a trabajar ayudando a sus padres en las tareas del campo. Josep recordaba la instauración de la República como una etapa de esperanza e ilusión. Fue uno de los fundadores de la UGT en su pueblo. Se interesaba por la política, y con 17 años, al estallar la guerra en España, ingresó en las Juventudes Socialistas Unificadas.

En diciembre de 1937, cuando contaba con 19 años, fue voluntario al frente de Aragón, donde permaneció durante toda la contienda. En febrero de 1939, junto a su unidad, atravesó la frontera por Puigcerdá, camino del exilio.

Obligados a entregar sus armas por los gendarmes, sufrieron un trato humillante e irrespetuoso por parte de las autoridades del país vecino, que les consideraba malhechores y les miraba con desconfianza. Tras pasar por varios campos de tránsito, fue enviado a Vernet, antiguo recinto para prisioneros de la Primera Guerra Mundial. La vida en este lugar era muy dura, sufrían un intenso frío y recibían una alimentación escasa. En este campo llegó a congregarse tal cantidad de refugiados que no había capacidad para acogerles a todos y durante tres meses tuvieron que dormir al raso, bajo la lluvia. Josep perdió allí a un compañero que no pudo sobrevivir en esas penosas condiciones.

Cuando Francia declaró la guerra a Alemania en el mes de septiembre, las autoridades evacuaron a los republicanos de Vernet y les enviaron al campo de Septfonds. Cada día, las autoridades galas incrementaban la presión sobre los refugiados españoles para que se alistaran en las filas del Ejército francés. Josep fue obligado a incorporarse a una Compañía de Trabajadores Extranjeros, la 22, que se dedicó a construir fortificaciones en la Línea Maginot. En esta época, Josep enfermó de sarna y permaneció cuatro meses en la enfermería.

Josep Figueras Solé

En junio de 1940 fue capturado por los alemanes en las inmediaciones de Épinal. Desde allí fue trasladado al campo de prisioneros de Zagan. Tras unos meses en los que fueron tratados según las convenciones internacionales, agentes de la Gestapo interrogaron a los españoles, les ficharon, fotografiaron y les enviaron al stalag de Trier. Allí permanecieron hasta enero de 1941, cuando, apiñados en vagones de carga, fueron conducidos a Mauthausen en un penoso viaje de tres días, sin apenas comida y con continuas y prolongadas paradas. A golpes y gritos de los SS y sus fieros perros, fueron desembarcados en la estación de esa localidad austriaca y obligados a caminar hasta el campo, situado a 5 kilómetros del pueblo. Los que no podían continuar eran rematados por los soldados nazis.

Tras recibir su traje rayado, su número de prisionero y desprovisto de su identidad, pasó un breve periodo de cuarentena. En él, los deportados eran obligados a pasar largas horas aplanando la nieve con los pies y recibían los primeros malos tratos por parte de los kapos y de los SS. Una vez finalizada la cuarentena fue destinado al Baukommando, grupo de trabajo encargado de la construcción del campo. Su siguiente destino, la temida cantera, ayudando al encargado de una máquina perforadora. En agosto partió al kommando Bretstein, alejado del campo central y constituido por republicanos españoles. Su misión fue la construcción de una carretera en una explotación forestal. Años después volvió a cambiar de destino, integrándose en el kommando Steyr, donde trabajó en una fábrica de armamento, junto a personal civil con el que no podía tener ningún contacto. En una ocasión fue castigado y recibió 25 latigazos en las nalgas. Se trataba solo de una más de las muchas torturas a las que eran sometidos los deportados. Uno de sus momentos más críticos se produjo cuando enfermó y fue transferido al llamado "campo ruso", en el que se dejaba morir de hambre a los pacientes. Gracias a la ayuda de un médico madrileño escapó de las habituales inyecciones letales de gasolina y logró recuperarse de sus dolencias. Para conseguir una ración suplementaria de comida, se presentó voluntario para trasladar los cadáveres que se acumulaban diariamente en el interior del recinto.

Una vez curado, fue nuevamente trasladado a otros kommandos exteriores; el último, Passau II, junto al Danubio. Allí cargaba y descargaba barcos que transportaban alimentos, lo que le permitió robar alguna lata de mermelada. Ante el avance de las fuerzas aliadas, los prisioneros de este kommando fueron evacuados hacia Ebensee, con el objeto de liquidar a los presos. El 5 de mayo de 1945, Josep consiguió fugarse junto a varios compañeros; hasta tres días después no supo que los campos habían sido liberados por los soldados norteamericanos.

A finales de mes fue repatriado a Francia, en un convoy de camiones. Fue acogido en Champigny sur Marne, cerca de París, donde trabajó en la reconstrucción de los ferrocarriles. En un control sanitario le diagnosticaron una lesión cardiaca, por lo que le aconsejaron un clima más seco. Entonces decidió regresar a su pueblo natal, informándose previamente de que no tenía ningún proceso abierto en su contra. En enero de 1949, con treinta años, por fin pudo reencontrarse con sus familiares; había transcurrido una década, entre su exilio y su cautiverio. Años después se casó con Cecilia Montserrat con la que tuvo una hija, Adelina.

En 1970, en el 25 aniversario de la liberación de Mauthausen, regresó al campo junto a un numeroso grupo de deportados. Siempre dio testimonio de su deportación con el fin de que se conociera lo que vivieron tantas miles de personas. Por ello, Josep nunca olvidó, aunque no guardaba rencor: "Si no perdonásemos estaríamos perdidos. Siempre habría guerra".

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen