José Egea Pujante

Su historia

José Egea Pujante Nació el 27 de enero de 1921 en Aljucer, Murcia.
Deportado a Mauthausen el 27 de enero de 1941. Nº de prisionero 5894
Falleció el 18 de octubre de 2010 en Villamayor (Zaragoza)

Información facilitada por su nieta Judith Miralles en base a documentos y testimonios de su abuelo.

Tenía solo 3 años cuando sus padres, Josefa Pujante Sánchez y José Egea García, tuvieron que emigrar desde Murcia hasta la localidad barcelonesa de Sitges. Nadie de la familia podía imaginar entonces que, doce años después, el pequeño José estaría ya alistado en el Ejército republicano con el que combatiría durante toda la guerra.

Después de servir en varios frentes de batalla, el 25 de enero de 1939 abandonó Barcelona en medio del caos provocado por la llegada de las primeras tanquetas fascistas a las cercanías del Tibidabo. Emprendió su viaje junto con otros compañeros hacia Francia, con el deseo de desplazarse desde allí a la costa de la Valencia republicana para poder continuar la lucha. En la Junquera, sin embargo, los gendarmes franceses les obligaron a abandonar sus armas y les hacinaron en insalubres campos de concentración. José llegó el 12 de febrero a las arenas, rodeadas de alambradas, de Argèles-sur-Mer. Allí, en una de las chabolas que habían construido los propios refugiados, encontró a su amigo José Torres que le dio una gran noticia: "tu padre se encuentra aquí". Allí también se reencontró con sus compañeros Carlos Fransó y Tomás Iglesias.

En mayo de 1939 las autoridades galas anunciaron por los altavoces que todo aquel español que quisiera alistarse en el Ejército francés y permanecer en él durante un tiempo mínimo establecido, acabaría teniendo acceso a la nacionalidad francesa. Así, José, su padre, Carlos Fransó y Tomás Iglesias se alistaron en la 11ª Compañía de Trabajadores Españoles (CTE), compuesta por 250 republicanos. El 3 de mayo de 1939 se embarcaron en un ferrocarril hasta los Altos Alpes, a un pueblecito llamado La Condamine, donde se instalaron en un campamento a 2.000m de altitud. Tras unos meses trabajando construyendo puentes y carreteras, recibieron órdenes de un nuevo traslado. Fueron a parar a Alsacia Lorena, al pueblo de Novéant-sur-Moselle, para trabajar reforzando la Línea Maginot. Allí comenzaron sus trabajos con el 40º Regimiento de Ingenieros, construyendo puentes. Así continuaron hasta que asistieron a la llegada de los primeros soldados belgas que se retiraban desde Las Ardenas. A los pocos días, ellos se retiraron también a Épinal, donde sufrieron el primer bombardeo de la aviación alemana. Tuvieron que continuar la marcha a pie hasta llegar a Belfort, ocupado ya por el ejército alemán. José consiguió burlar a los soldados de Hitler, saliendo de Belfort hasta llegar a una pradera donde se encontró con otros dos compatriotas: Antonio y Mariano. Ya había perdido el rastro de su padre.

Los tres continuaron el viaje en bicicleta hasta Montpellier, donde se encontraron con Jesús Solís, un asturiano dinamitero, y decidieron tomar el camino hacia Suiza.

Con la frontera ya en el horizonte, tuvieron la desgracia de toparse con un control de la Gestapo en el que fueron detenidos. Los agentes nazis les condujeron a un almacén repleto de prisioneros. Al día siguiente los llevaron al frontstalag (campo provisional de prisioneros de guerra instalado cerca del frente) de Belfort. Allí José se reencontró con varios compañeros de la 11ª Compañía que le informaron de que su padre había estado allí, pero que había salido con un grupo de trabajo. Fue una inmensa alegría para José saber que su padre seguía vivo, pues pensaba que jamás lo volvería a ver.

Pasados los días, las tropas alemanas hicieron formar a los presos en una columna. José, Mariano y Antonio creían que les enviarían hacia los campos de concentración y exterminio por lo que decidieron actuar. Lograron esconders en unos pastos altos, donde permanecieron hasta que la columna se marchó. Por segunda vez, habían burlado al Ejército alemán.

Durante días, vagaron por territorio enemigo hasta que volvieron a caer en manos de la Wehrmacht que los trasladó, nuevamente, a Belfort. Allí José se llevó una enorme sorpresa al encontrar a su padre. Poco después ambos se unieron a un kommando de trabajo, formado por 40 hombres, que fue destinado a San Hipólito, cerca de la frontera suiza, teniendo como misión recuperar material de guerra francés. Ese, relativamente cómodo, destino solo duró hasta el 6 de enero de 1941, cuando fueron trasladados de regreso a Belfort. 14 días después, el 20, les subieron a vagones de carga marcados con la inscripción "8 caballos, 40 hombres" y enviados al stalag XI-B (campo de prisioneros de guerra) de Fallingbostel. El tren llegó a su destino el 22 de enero, alrededor de las cuatro de la tarde. Los prisioneros pasaron allí la noche y, al día siguiente, fueron obligados a subir nuevamente a los vagones en los que permanecieron los cuatro días y tres noches que duró su último viaje. Hacinados, como sardinas en lata, si se sentaban les resultaba muy difícil volverse a poner de pie. Tenían que hacer sus necesidades dentro, por lo que, además del frío, el mal olor dentro del vagón era insoportable.

José Egea

El 27 de enero de 1941, el mismo día en que José cumplía 20 años, llegaron a Mauthausen (Austria). Cuando les abrieron las puertas de los vagones, todavía era de noche y había medio metro de nieve. Salieron del vagón en estampida, a golpes de culata, a patadas, palos, gritos en alemán. El frío hacía mella en ellos. Los SS les hicieron formar, en fila de a cinco. Transcurrida una hora se pusieron en marcha entre ladridos de perros, una marcha que discurrió por el bosque del pueblo, sintiendo la nieve quejarse bajo sus pies.

Al romper el alba llegaron a la cumbre, y de entre dos focos surgió una gran muralla gris. Ante aquella escena, su padre le cogió la mano y le dijo: "José, este es el último viaje que hacemos juntos". Ante ellos se abría el único campo de categoría III del universo concentracionario nazi: Mauthausen.

A su llegada recibieron un claro mensaje: "Vosotros que entráis, dejad aquí toda esperanza". De Mauthausen sólo se salía por el crematorio, convertido en humo.

Cuando se abrió la puerta, unos seres demacrados con unos trajes rayados, encogidos y con la cabeza rapada, que hablaban en español, les preguntaron si tenían algo de comida; ellos la guardarían mientras los SS les despojaban de todos sus efectos personales.

A José se le asignó el número 5894. A partir de ahora ya no sería José, sino KL 5894. A su padre se le asignó el número 6315. José fue destinado al bloque 15 y su padre al 13.

El primer trabajo de José en el campo de Mauthausen fue en la cantera, con su escalera de 186 escalones, donde coincidió con su amigo Enrique Sastre. El 8 de abril de 1941 llegó la peor noticia que se podía recibir: su padre fue trasladado a Gusen, donde enviaban a todo aquel que no servía para trabajar en Mauthausen. Aquel sería su fin.

José tuvo conocimiento de que su padre había fallecido en Gusen el 27 de septiembre de 1941. Dato erróneo, pues aunque en los archivos de ese subcampo figuraba su parte de defunción, José y su familia descubrieron, muchos años más tarde y gracias a los historiadores Benito Bermejo y Sandra Checa, que José Egea García fue una víctima del programa de Hitler denominado Aktion T4, llevado a cabo en el Castillo de Hartheim. José Egea García fue asesinado el 15 de agosto de 1941 en la cámara de gas de ese macabro lugar.

Tras trabajar en Mauthausen, José fue destinado al kommando Steyr, una fábrica de material de guerra donde las condiciones de vida eran algo mejores que en el campo central. En los primeros días del mes de abril de 1945, con el régimen nazi agonizando, José y otros compañeros fueron enviados a Gusen para agilizar el proceso de exterminación y aliviar la carga de Mauthausen. Los hornos crematorios no daban abasto.

El 5 de mayo de 1945, a las cinco de la tarde, el gran portalón de Gusen se abrió y apareció un tanque americano con dos soldados de origen mejicano. "Tranquilos, ya todo ha terminado" fueron sus palabras. Pusieron el tanque en marcha y desaparecieron, dejándolos con lágrimas en los ojos. José y el resto de los españoles, decidieron caminar los 5 kilómetros que les separaban de Mauthausen para reencontrarse con el grueso de sus compañeros.

El 6 de mayo los americanos regresaron, desplegándose a su paso la pancarta que los españoles habían estado preparando durante la noche: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras". Desde enero de 1941 hasta mayo de 1945 los nazis habían intentado convertirle en K.L. 5894, pero no lo consiguieron. Él siguió siendo José.

Tras la liberación, trabajó en Francia hasta 1948, momento en que regresó a España de forma clandestina. En Sitges conoció a Encarna Martínez Huete, se casó con ella y de su matrimonio nacieron José y Elisabeth.

Una vez se hubo convertido en el "abuelo José", decidió junto con Encarna trasladar su residencia a Villamayor (Zaragoza), donde residen sus nietos, Judith y Rafael. Desde que nacieron, su máxima fue transmitirles los valores de honestidad, la ética, la lucha diaria, el respeto, la sencillez, y, especialmente, de la libertad. Lo consiguió.

Murió el 18 de octubre de 2010, a los 89 años de edad, con la satisfacción de que tanto él como sus compañeros fueron reconocidos en el documental "Adiós a la Vida", de Ramón J. Campo y Roberto Roldán (Factoría Plural). Tanto el documental como los actos de reconocimiento realizados en Zaragoza y, en particular, en Villamayor, fueron el triunfo de una vida llena de lucha.

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen