Antonio Civera Caudet

Su historia

Antonio Civera Caudet Nació el 31 de enero de 1915 en Alcublas, Valencia.
Deportado a Mauthausen el 19 de diciembre de 1941. Nº de prisionero 4565
Liberado el 5 de mayo de 1945.

Un relato de ficción/realidad facilitado por Enrique Latorre Civera, sobrino de Antonio Civera.


El prisionero 4565: no te conocí pero te escribo.

Era una noche de invierno algo triste y melancólica. Hacía un rato que me había metido en la cama y tenía frente a mí la chimenea encendida para paliar el frio suave pero intenso de las casas casi centenarias. El silencio era casi absoluto. Solo se oía el chisporrotear y la luz que desprendía el fuego. Era una sensación de paz, casi mágica. Giré la cara y vi la foto en el aparador de la cocina. Esa foto que he visto desde siempre, la que mi madre mira todos los días y tiene incrustada en un anillo. No llegué a conocerle, pero sé que siempre ha estado presente en la familia. Era una noche para dejar volar la imaginación, los recuerdos. Era una mezcla de todo.

A punto de quedarme dormido pasó algo inesperado. Me quedé en un primer instante casi sin aliento. La foto parecía recobrar vida. Me dijo: ¨No te asustes. Solo quiero que conozcas las vivencias que hay detrás de esta foto. Sé que algunas cosas ya las habrás leído, otras te las habrá contado tu madre, pero hay muchas cosas que desconoces y yo te las voy a contar. Quiero que conozcas mi historia y partir al infinito".

Nos sentamos junto al fuego, como si nos conociéramos de toda la vida, y así empezó con su relato. "No sé si te acordarás que nací en 1915 ¡Queda ya tan lejano…! La nuestra fue una familia numerosa. Además de nosotros, mi madre, amamantó a dos críos más, los llamados hermanos de leche. Durante la infancia jugábamos con lo que podíamos ya que no había mucho donde elegir. Era corta, ya que cuando tenías fuerzas para trabajar tenías que ir al monte o con el ganado, yo acabé siendo pastor hasta que fui a la mili."

Algunas veces paraba su relato, pues se le hacia un nudo en la garganta.

"La vida pasaba muy deprisa. Cuando te das cuenta pasas de crío a mozo y de mozo a adulto en cuatro días. Por aquel entonces, la vida por Alcublas transcurría con normalidad pero por otras tierras de España había altercados y sublevaciones que, poco a poco, desembocaron en una incomprensible guerra. Aquí empieza a torcerse mi destino, todas las coincidencias y acontecimientos irían empeorado mi situación.

Me llamaron a filas con 22 años al poco del comienzo de la Guerra Civil, de hermanos contra hermanos. Aún me pregunto cómo se pudo llegar a eso. De un día para otro, preparé mis cosas y me despedí de mis padres. Cuando estaba en la calle mi hermana María se asomó a la puerta y nos cruzamos nuestras últimas palabras. Después serpenteé por las calles de Alcublas hasta llegar a la Chelvana.

Fui destinado al frente de Toledo, donde se estaba intentando tomar el Alcázar. Fui capturado y hecho prisionero por el Bando Nacional. Por estas fechas, llamaron a mi hermano de la reserva para incorporarse al frente de Toledo. Después de un tiempo en la cárcel me llevaron al frente con el Bando Nacional. Yo no podía estar en ese bando, por ser fiel a mis ideas y porque sabía que mi hermano se encontraba al otro lado, y yo, no podía disparar contra mi propia sangre. Luché en la Batalla del Ebro y en la caída de Barcelona. Con el ejército Nacional pisándonos los talones empecé la huida llegando hasta cruzar la frontera de Francia. Pero cuando el rumbo se tuerce, todo va empeorando y cada vez pasaba más penalidades y más lejos de Alcublas.

Francia, otro país y una lengua desconocida para mí. Las autoridades francesas no sabían qué hacer con tanto refugiado. Así que otros compatriotas y yo fuimos a parar al Campo de Refugiados d´Argelès. Iluso de mí pensé que allí cambiaría mi suerte. Al llegar nos organizamos como pudimos, pero no paraban de venir compatriotas y el campo se masificó. Entre la escasez de comida y la falta de condiciones higiénicas, empezaron las enfermedades, por lo que tuvieron que habilitar otros campos. A mí me reubicaron en Saint-Cyprien, las condiciones seguían siendo inhumanas. Desde allí les envié a mis padres una carta con una foto para que no se preocuparan. A veces me sentaba en la playa para no ver lo que había detrás, para pensar en mi familia y mi gente, mi pueblo y para encomendarme a quien fuera, para que acabara con esta pesadilla.

Después, los nazis invadieron Francia y teníamos dos opciones, volver a España y exponerte a ir a la cárcel a o lo que el régimen dictara, o alistarte. Decidí alistarme en la Legión Francesa. Fui capturado junto con otros compañeros y deportado primero al Campo de Prisioneros de Guerra Stalag XVII B, situado en Gneixendorf, cerca de Krems (Austria). El camino fue infernal, sin apenas comida ni agua. Nos hicieron caminar durante días, apenas descansábamos unas horas y nos hacían retomar la marcha. Allá por donde quiera que pasáramos veíamos pueblos arrasados, muertos a cada lado del camino. Aquí no terminó mi calvario ya que aún no había llegado al final de mi trayecto. Otra vez otras tierras, otra lengua más difícil de entender y una actitud más hostil, más agresiva y vejatoria hacia nosotros.

España no quería saber nada de nosotros. Dejamos de ser prisioneros de guerra para convertirnos en prisioneros políticos, lo que nos acabó conduciendo a manos de la Gestapo. Sacaron una nueva ley por la cual podían hacer con nosotros lo que quisieran. Nos identificaron como enemigos peligrosos del Reich, por lo que decidieron deportarnos a campos de concentración.

El autobús 63 nos llevó a Mauthausen el 19 de diciembre de 1941. Fue el último trasporte con un número importante de compatriotas capturados durante la ocupación de Francia. Nada más llegar te tenías que desnudar, te rapaban la cabeza y te ponían un uniforme de bandas azules y blancas, con un triángulo azul marcado con una S. Nos llamaban despectivamente Rot Spanier (Rojo español) y nos daban una matrícula. Nos despojaban de toda identidad. Ya no era Antonio Civera Caudet, era Prisionero 4565. Estábamos hacinados, trabajando como esclavos en la cantera, subiendo unas cuantas veces al día unas escaleras interminables, con grandes piedras a nuestras espaldas. Esto era peor que el infierno. Dios no es tan cruel como algunos hombres, pensé.¨

Se le entrecortaban las palabras, y se le puso un nudo en la garganta. Pasado un instante, recuperó fuerzas y prosiguió.

"Después de un tiempo en Mauthausen, por si no había tenido suficiente, me trasladaron a otro campo cercano llamado Gusen. Este campo y el de Mauthausen eran de los de tercer nivel, un Campo sin retorno" - solo de decirlo se le erizaba el pelo y un escalofrío recorría su cuerpo, a la vez que le llegaban los recuerdos-. "Me reasignaron el número 43868. Nos hacían trabajar en las minas o la cantera o en las fábricas, en condiciones igual o más penosas, por lo que fuimos muchos los que entramos y pocos los que salimos. A mí, no sé por qué, me trasladaron de nuevo a Mauthausen el 23 de enero de 1944.

Cada día que pasaba era más difícil sobrevivir, cada día se inventaban nuevas maneras de acabar con nosotros. Entre las cosas que me mantenían con vida era volver a ver a mi familia, pasear por las calles de mi Alcublas del alma y por sus tierras. Además no quería dar mi brazo a torcer y que estos indeseables se salieran con la suya. Quería vivir para ver su derrota.

Imagen de Antonio Civera, el 12 de noviembre de 1945 en París.

El día 5 de Mayo de 1945 fuimos liberados por los americanos. Por fin libres. Parte de mis sueños se habían cumplido y al fin pagarían los nazis por lo que nos hicieron. Intenté volver a España y no fue posible. Franco nos había declarado Apátridas. Ya no podría abrazar a mis padres, ni pasear por mi pueblo nunca más. Después de lo aguantado, sufrido y luchado, me quedaba sin mi patria, sin un lugar donde volver.

Me quede en Paris, en el centro de acogida l´hotel Lutétia con la esperanza de que se produjera un milagro. Sé que mis padres intentaron hacer algo para que pudiera regresar, pero yo no quería comprometerlos, ni que tuvieran represalias por mi culpa. Sé que mi madre habló con el que un día le pidió el favor para que amamantara a su hijo, para que hiciera lo posible para que volviera. Su callada fue la única respuesta, pudo más el orgullo del ganador que la compasión y comprensión que merecía la madre que salvó la vida de su hijo. Si no conseguías los avales eras un peligro, no podías regresar, o si regresabas te exponías a lo inesperado. El tiempo pasaba y mi vida languidecía, se me escapaba de las manos. Todo lo vivido y sufrido mermó mi salud y mi vida".- Empezó a temblar por todo lo que estaba había recordado,-se repuso y prosiguió: "Me quedé en Paris, y para que no se preocupasen mis padres el 12 de noviembre de 1945 les escribí una felicitación que sin ellos saberlo, sería mi despedida. Y decía así: Queridos padres, como prueba de cariño, y siempre bien pensar, les envío esta foto para una buena Navidad. Vuestro hijo Antonio.

Una vez que ya te he contado mi historia, siento que ya me puedo marchar sin rencor y en paz al infinito". El me abrazó y desapareció, dejando un profundo dolor en mi corazón y a la vez un profundo orgullo por la entereza y valentía mostrada en tan difíciles momentos.

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen