Neus Català Pallejà

Su historia

Neus Català Pallejà

Nació el 6 de octubre de 1915 en Els Guiamets, Tarragona.
Deportada a Ravensbrück, el 3 de febrero de 1944. Nº de prisionera 27.543.
Falleció en Els Guiamets el 13 de abril de 2019.

Neus se diplomó en enfermería en 1937 y fue miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña. Al inicio de la guerra, la activista y luchadora antifascista se trasladó a vivir a Barcelona hasta que el avance de las tropas franquistas la empujó al exilio. Cruzó la frontera junto a un grupo de 180 huérfanos de la Colonia Negrín de Premià de Dalt, de los que cuidaba.

En Francia pronto se unió con su marido a la Resistencia. La casa en la que vivían se convirtió en el centro de operaciones, donde recibían y transmitían mensajes, escondían a guerrilleros, pasaban armas y documentación… hasta que fue denunciada a los nazis por un farmacéutico de Sarlat. Fue detenida junto a su marido por la Gestapo en noviembre de 1943 y encerrada en la cárcel de Limoges, donde sufrió un duro interrogatorio, acompañado de una tremenda paliza. De la boca de Neus no salió ni una palabra. En su reclusión conoció a buenas camaradas y fue testigo de torturas constantes a los presos.

La última vez que vio a su marido, que también fue deportado y falleció, fue en la estación de tren de Limoges. Neus fue enviada al campo de tránsito de Compiègne, desde donde a los pocos días fue deportada a Ravensbrück. Formó parte de un convoy de mil mujeres, llamado "convoy de las 27.000" porque a su llegada al campo les asignaron esa numeración como prisioneras. El traslado duró cuatro largos días, apiñadas en vagones de ganado, sin aire para respirar y muertas de miedo. A su llegada comenzaba la humillación: la ducha, el rapado y la entrega del traje rayado, con su número. Después, un examen ginecológico con nulas condiciones higiénicas y una inyección destinada a eliminarles la menstruación; para Neus y sus compañeras comenzaba el infierno. La solidaridad, el cariño y el apoyo entre ellas fue fundamental para su supervivencia: "Era un desastre. Cuando nos daban aquellos zuecos, nos reíamos de nosotras, pero había que andar con aquellos zuecos de madera…".

Vio morir a muchas mujeres, maltratadas y torturadas. Las presas evitaban ir a la enfermería, de donde no se salía con vida. Con un grupo de ellas, los médicos nazis realizaron experimentos y operaciones que les produjeron dolorosas heridas y mutilaciones; muchas fallecían por las secuelas y otras eran eliminadas.

Neus recuerda como los recién nacidos eran asesinados, ahogados en agua o golpeados. «Las guardianas SS eran malas bestias».

Uno de los primeros trabajos al que fue destinada consistió en desecar un pantanal, abriendo zanjas de desagüe. Con el barro confeccionaba ladrillos. También desempeñó tareas de limpieza del campo.

Posteriormente fue trasladada al kommando Holleischen, dependiente del campo de Flossenbürg, en territorio checo. Allí trabajó en larguísimas jornadas en la industria de armamento, pero ella y su grupo saboteaban la producción cuando tenían ocasión. Era su forma de lucha. Neus sonríe al recordar la cantidad de munición que, gracias a ellas, no sirvió para nada: "Saboteábamos las balas que teníamos que fabricar. Unas compañeras se dedicaban a cazar moscas y después las poníamos en la zona que albergaba el detonador. Cuando no teníamos moscas, escupíamos. Estoy segura de que muchas de las cajas de balas que salían de allí nunca pudieron utilizarse. Cuando regresábamos a la barraca nos preguntábamos entre nosotras: ¿Cuántas moscas has matado hoy? "Veinte, treinta, cincuenta". Cada mosca era una bala que no serviría para acabar con la vida de algún compañero. Estas pequeñas cosas representaban para nosotras una gran victoria. Era peligroso y si te cogían no lo contabas, pero seguimos haciéndolo hasta el final".

Neus Català Pallejà

Ante el avance soviético, las SS encerraron a las prisioneras y minaron el campo para volarlo por los aires y no dejar supervivientes. No pudieron cumplir su propósito porque un grupo de partisanos las liberaron.

Neus regresó a Francia, conoció al que sería su segundo marido y tuvo dos hijos. Años después, consciente de que no se conocía el decisivo papel de las mujeres en la Resistencia y su paso por los campos de concentración, recuperó los testimonios de antiguas compañeras. Tras mucho esfuerzo, logró publicar su libro De la resistencia y la deportación. 50 testimonios de mujeres españolas. Una obra muy necesaria porque Neus nos recuerda: «Los hombres lo han hecho bien, se han reivindicado, pero las mujeres no. Hubo una época que pienso que no hemos valorado lo que hicimos porque no hablaban más que los hombres». Por ello, siempre ha colaborado activamente en la defensa de la memoria de las más de 92.000 mujeres que perdieron la vida en el campo de concentración.

En 2005 fue distinguida con la Cruz de Sant Jordi y en 2006 fue elegida Catalana del Año. Es la presidenta de honor de la Amical de Ravensbrück y socia de honor de la Fundación Pere Ardiaca.

Nuestro encuentro con Neus se produce en mayo de 2014. La acompañamos a votar, con sus 98 años, en las elecciones europeas que se celebran ese día. Con energía, nos dice: «¡Un voto es un voto! Cuando veo en la televisión a los jóvenes con las banderas republicanas me digo, mira, la semilla de los abuelos ha salido adelante. Es emocionante. La semilla no ha muerto, no».

Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen