Nostalgia

La mejor dicha es tener
la mujercica güertana
y un pedacico de tierra
cerquica de la Fuensanta

La copla es de ambiente y solera murciana. Consta de cuatro estrofas puramente sencillas en las cuales se encierran la noble gallardía y los sinceros sentimientos del casto murciano
El alma pura y bondadosa de las mujeres que adornan con su belleza tan preciado tesoro, como es el rico valle del Segura, se asemejan a las gotas de rocío matutino que temblonas posan en los pétalos de las flores en la fresca mañana primaveral.
¡Cómo te recuerdo Murcia querida, bella Sultana! ¡No se te puede olvidar tan fácilmente! Tu vega espléndida es un vergel, tu incomparable y sonriente cielo un encanto. Tu tierra bendita guarda en humildes tumbas mis seres más queridos. Hoy, lejos de ti, tal vez para siempre (pues así lo quiso el destino), te recuerdo con más cariño.
Por muchos años que transcurran, jamás se borrará de mi mente el bonito y magnífico panorama que en aquellos inolvidables días de gira, los más felices de mi vida, tuve ocasión de contemplar desde la cúspide del histórico castillo de Monteagudo, soberbio monumento que se alza vigilante en el centro de tu florida ribera.
Después de tantos años pasados tan amargos para mí, de forzada ausencia, sin gozar de estas maravillas que jamás olvidé, recuerdo con cariño tus frondosos naranjales y limoneros e infinidad de otros árboles frutales de calidad sin igual que fueron en todos los tiempos, la admiración del mercado internacional.
Recuerdo tu clásica feria, con sus castillos de fuegos artificiales y casetas de juguetes, alegría de los pequeñuelos, adonde acude en masa compacta la gente huertana, y al mismo tiempo el mozo rumbón "a mercal un buen regalo pá su zagala"
El jardín centenario del Conde de Floridablanca que, en las veladas y verbenas del mes de julio, da ocasión a la gallarda joven murciana a lucir el precioso mantón de Manila y el típico traje 'panocho', símbolo de castidad, y en donde el vendedor ambulante ofrece biznagas de nardos y jazmines y los enamorados tienen como dosel los frondosísimos árboles cuajados de magnolinas.
La catedral con sus magnas esculturas, donde el genial e inmortal escultor Salzillo, orgullo de mi patria chica, puso un dechado de arte en sus maravillosas imágenes, siendo la admiración del que las presencia.
Tu escueta y majestuosa torre, que como bien dijo el insigne poeta murciano Jara Carrillo, parece una madre amorosa que vela a su hijo en la cuna y que es el alma que Murcia tiene para llorar y reír, puesto que sus campanas lloran tristes agonías cuando el río del Segura con las iras del turbión, arrastra aguas abajo haciendas, hogares y, a veces, la vida del pobre y honrado huertano.
El malecón, donde las mujeres de mi tierra pasean con su sin par hermosura y su mirar africano que cautiva y enamora.
El parque, nido de enamorados cubierto por la sombra del llorón oriental donde se elevan al viento las notas del canto de los ruiseñores.
Y por último, el santuario de la Fuensanta, desde donde en días de romería contemplé tu vega de basta extensión con sus blancas casitas y típicas barracas y allá en el fondo la bella y noble ciudad.
Por eso, tierra idolatrada, ni el tiempo ni la distancia podrán hacer que te olvide y solo anhelo, aunque sea con mi cabeza plateada y mi cuerpo encorvado por el paso de los años, volver a esa tierra querida, delicioso país, morir en ella y que mi cuerpo inerte duerma el sueño eterno junto a mis muertos y a la sombra de tu gentil y bella torre.

Antonio Hernández
Ivry, mayo de 1947


Anécdota
Con la colaboración de l'Amicale française de Mauthausen